
El 29 de marzo de 1962, el presidente radical Arturo Frondizi fue derrocado por las Fuerzas Armadas, quienes instalaron al frente de la primera magistratura al ex presidente del Senado, José María Guido. Concluían de esta manera cuatro años de gobierno signados por los condicionamientos militares.
La madrugada del 29 de marzo, un grupo militar fue a buscarlo a la Residencia de Olivos, de donde casi no se había movido en varios días, ante los rumores de que sería asesinado. Detenido, lo trasladaron al penal de la Isla Martín García.
Arturo Frondizi y un nuevo golpe militar
Apenas una semana antes, el 18 de marzo, se habían celebrado elecciones para el cargo de gobernador en varias provincias y, además las bancas de diputados nacionales. En varias de ellas, había ganado el peronismo, camuflado bajo el partido Unión Popular entre otras agrupaciones. Entre ellas, en la provincia de Buenos Aires, a donde desembarcaría el sindicalista textil Andrés Framini.
Ante los resultados electorales de boca de urna, los doce militares que tenían varias secretarías y subsecretarías en el gabinete presidencial de Arturo Frondizi comenzaban a agitarse: “Otra vez peronismo, no”.
El Comando de la Fuerza Aérea le exigió al presidente Frondizi que anulara las elecciones, interviniera todas las provincias en donde se había votado, derogara la ley sindical y disolviera el Congreso de la Nación.
Arturo Frondizi, en cambio, estaba dispuesto a aceptar la intervención a las provincias en las que había ganado el peronismo, convocar a nuevas elecciones y nombrar un gabinete de unidad nacional.
Arturo Frondizi, los militares y Rogelio Frigerio
Rogelio Julio Frigerio era el Secretario de Relaciones Socio-Económicas, cofundador con Frondizi del Movimiento de Integración y Desarrollo y el hombre que había logrado el apoyo electoral del peronismo proscripto, en las elecciones de 1951 que lo habían llevado al poder. Pero sobre todas las cosas, era la mano derecha de Frondizi, el autor de la política económica desarrollista que Frondizi impulsaba y generaba descontento social.

Con Rogelio Frigerio, fundadores del MID; el primer requisito de los golpistas fue que lo hiciera renunciar y exiliar.
Apenas 24 horas más tarde, mientras el presidente Frondizi recibía el apoyo de John Fitzgerald Kennedy, de boca de su embajador en Argentina, Robert McClintock, el presidente provisional del Senado, José María Guido primero en la línea sucesoria (el vice, Alejandro Gómez, había renunciado a los seis meses de asumir), se alineaba democráticamente y decía en público: «No hay legalidad sin Frondizi».
Las 62 Organizaciones sindicales del peronismo convocaron a una huelga general para el 22 de marzo, en defensa de las instituciones y en respeto al voto soberano del pueblo.
El poder de un presidente
Lo único que lograría negociar Frondizi fue que su sucesor no fuera un militar. No quería “disfrazar” el golpe de estado con su propia renuncia. Por eso, cuando José María Guido lo llamó para decirle que se iba de vacaciones a Viedma, en medio de la hecatombe, le pidió que no se moviera y, sobre todo, que no abriera más la boca.
«De ninguna manera aceptaré ocupar el sillón presidencial», le había dicho José María Guido a la prensa; sin embargo, era precisamente el hombre más legalmente potable para sucederlo a Frondizi en su cargo.
El 27 de marzo, Frondizi le escribió una carta a Alfredo García, presidente de la UCRI, explicando que no renunciaría a su puesto democrático para evitarles a los militares el disfraz cívico de defensores de la patria: si querían usar la fuerza para usurpar el poder, tendrían que usarla para sacarlo. Allí fue cuando escribió sus famosas palabras: «No me suicidaré, no me iré del país, ni cederé».
Fuente: Perfil – http://noticiaschajari.ar/
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